
Un grupo de sujetos experimentales nos ha enviado esta foto; un regalo para nosotros. Ellos mismos se han hecho un cojín con un trapo mugriento que decoraba una de las habitaciones de nuestro centro.
Tras recibir esto nos planteamos qué es lo que el público demanda de nosotros, qué es lo que buscan cuando se acercan a nuestros espectáculos de terror, y cómo se lo tenemos que dar nosotros. Sin ellos, nuestros espectáculos no existirían porque nuestros personajes sienten con ellos y dependen,
dramáticamente hablando, de sus reacciones y decisiones para continuar con la trama establecida.
Nuestros espectadores entran en un mundo paralelo, se sumergen en una realidad ficticia y nuestro papel consiste en conservar esa realidad. Lograr que no encuentren ninguna incongruencia en la trama o en los mismos personajes no es tarea fácil para el actor que trabaja con el terror en vivo.
Hace dos días en la reunión de las 4 de la mañana, ya reglamentaria, para valorar nuestro trabajo y seguir mejorando después de una de nuestras funciones, le decía a uno de los actores: "escucha a tu alrededor, escucha el ambiente y encontrarás el momento para dar el impacto (susto) con tu voz o con tu cuerpo".
No vale sólo con preparar el guión textual (que en ocasiones es mínimo) porque el espectador no tiene nada preestablecido para reaccionar con nosotros.
Por ello, la preparación de cada personajes debe ser máxima ya que nuestra capacidad de improvisación dentro de la realidad creada debe ser máxima. Deberemos reaccionar a nuestros compañeros de escena que son tanto los actores que nos acompañan como el público que asiste a disfrutar la experiencia. Ese público que se convierte en actor en el momento en que empieza el espectáculo, a ese público al que debemos escuchar atentamente para poder reaccionar a ellos.